On the road again




30 de julio. Santander.


Ya te digo yo que aquel concierto, disfrutado desde palacio con genial compañía, tenía que molar tela marinera… pero no podía quedarme. Aquel día estaba experimentando sensaciones olvidadas a golpe de pretil. Acababa de estrenar un casco abatible, el tipo de casco casi obligatorio para viajar. Y me estaban entrando ganas… La fortuna quiso que llegara hasta mí un traje que resultó ser de los pocos, muy pocos, que podían hacerme olvidar mi maltrecha “chaqueta de los viajes”. Cómodo, con bolsillos varios y ventilaciones atrevidas, inmaculado, esperando manchas de cualquier kilómetro perdido en una carretera cualquiera de por ahí. Y me estaban entrando ganas… El destino quiso que, poco a poco me convenciera de que cuando uno acciona el freno de la moto, la moto casi siempre frena. Y me estaban entrando ganas de no frenarme.
Sabía que en mi calendario tenía algunos días libres, intuía que en mis bolsillos quedaban algunos euros…
Y como yo había observado que moteros de toda Europa acostumbraban a frecuentar los montes Alpes cuando hay poca nieve en ellos, pensé que, tal vez, yo también podía ir a dar una vuelta por allí, aunque fuera solo, que ya me encontraría con alguien seguramente.
Y cuando coinciden en una misma dimensión las ganas de viajar, algo de tiempo, algunos euros y un destino cualquiera, a ti no sé pero a mí se me escapa una incontenible sonrisa.
Y te digo yo que aquel concierto, disfrutado desde palacio con genial compañía, tenía que molar tela marinera pero, mientras mis amigos intentaban convencerme para que me quedara, a mi se me escapaba una incontenible sonrisa… McBauman, al fin, había vuelto; McBauman, al fin, ya estaba en la carretera.
Otra vez.

1ª parte: Hasta los Alpes


1 de agosto
Elgóibar - Narbona (Francia)
558 kms

Para variar, salgo con medio día de retraso sobre el plan cuidadosamente estudiado. El día antes. He intentado mimar todos los detalles importantes, a saber: voy hacia los Alpes y más allá y cuando se me acaben los días, las ganas o el dinero, me vuelvo. Casi todo lo demás ya lo irá indicando el destino.
Lo malo de Suiza no es que esté lejos, lo malo es que está Francia en medio… y atravesar Francia es pesado, muy pesado, si lo haces por autopista.
Así que voy parando siempre que encuentro alguna cosa curiosa.

Y veo Carcassonne





Y veo el Tour de Francia











Y al menos hace calor. Es de agradecer después del mes de julio que hemos pasado.
Y los gendarmes me retratan. Es de agradecer que lo hagan de frente.
Y vuelvo a ver el Mediterráneo. ¡Ay, el Mediterráneo!
Llego a Narbona, tan romana ella, y decido parar. Doy un paseo por el camino que lleva a la playa. Impresionante el camino que lleva a la playa. Los viñedos de Languedoc intentan esconder el sol y la tormenta que está a punto de caer.




Decido prepararme para la pernocta. Intento dormir en el hotel Sissi emperatriz. Como no hay ninguno con ese nombre, duermo en un b&b cualquiera.
No sé qué tiene Narbona que me hace tan feliz.

Un día feliz

2 de agosto
Narbona (Francia) - Bourg d´Oisans (también)
609 kms







Por la mañana hago un poco de turismo por la romana Narbona. Está chulo este sitio. En cualquier lugar te plantan unas flores (y las cuidan y riegan, claro, si no de qué) para que luego vayas tú con tu moto y hagas unas fotos. Son simpáticos estos franceses tan romanos.







Y antes de entregarme, de nuevo, a la aburrida autopista que me acercara a los montes Alpes, me asomé al mar otra vez (se supone que está allí, al fondo) y a los viñedos de la zona, que son muchos y molan un montón.








Y cuando me doy cuenta ya estoy rodeado de carriles. Hay mucho tráfico. A ratos en forma de caravanas y atascos. A mí no me gusta mucho ir a donde va todo el mundo, pero mucho menos me gusta ir cuando va todo el mundo. Me temo lo peor para mis vacaciones.
Así las cosas, en cuanto tengo oportunidad, paro, me relajo y hago unas fotos. Como en Nimes.






A estas alturas de viaje empiezo a ver bastantes motos, algunas de ida y otras de vuelta. Algunos vamos a los Alpes y otros vuelven. Es una peregrinación, porque a los Alpes hay que ir alguna vez en la vida si tienes una moto, eso se sabe aquí y en la Conchinchina. 
Coincido varias veces con algunos moteros (de los que van, claro). Unos españoles en una LT con poca conversación, por lo que hablo poco con ellos; una francesa que viaja sola en su yamaha y es más simpática que unas castañuelas, por lo que hablo con ella hasta que la aburro.
Y así, mosqueado entre atascos y sonriente entre charlas llega uno a Marsella y toma el desvío hacia Grenoble. Y te digo yo que tu vida cambia porque el muchillón de coches que iban en mi misma dirección o se van todos a la playa o van todos por autopista hasta el Stelvio, no sé bien, pero te aseguro que me quedé solo, solito, solo.
Y lo mismo pasó cuando me acercaba al lago de Serre Ponçon. Se ve que no hay muchos más lugares para pegarse un baño por la zona.
Apunto volver a Sisteron con más tiempo. Que pueblo más chulo, oiga.












Pero al llegar a Briançon la cosa se pone seria. Ya hay montañas mires a donde mires. Hay ciclistas pases por donde pases. Hay moteros hagas lo que hagas.
Y ya estás en los Alpes.
Y como estás en los Alpes te pones a subir puertos chulos, que, no lo olvides, a eso has venido.
Y subes Lautaret.








Y desde allí accedes al mítico Galibier. Un puerto chulo, chulo, de gran historia ciclista, alpinista y motociclista. Vamos, que mola un montón subir hasta allí, una semana después de que pasara escapado Alberto Contador.
El asfalto y las curvas, en ocasiones, te permiten ir rápido, en otras, te aconsejar ser prudente. El paisaje es, continuamente hermoso.











Y sin dejar de sonreír uno se pira del Galibier, uno se pira a Alpe D´Huez. Desde el punto de vista motero no es un puerto muy conocido pero, a poco que te gusten las bicicletas lo conocerás.
No es el puerto más duro, ni el más alto, ni largo, tampoco es el más bello, pero... Alpe D´Huez es mágico. La carretera está esculpida en la montaña de manera abstracta, con 21 curvas de herradura, numeradas y dedicadas a cada uno de los ciclistas que han ganado en su cima en la disputa del Tour de Francia. Coronar el puerto leyendo cada cartel, recordando cada carrera, envidiando a cada ciclista, a última hora de un día cualquiera de agosto es capaz de dejarte agujetas en los mofletes de tanto sonreír.











Y como no sé explicarte lo que yo sentí allí, no te lo voy a explicar. Así que bajé a Bourg d´Oisans y decidí dormir en el Gran Hotel George V. Como no había ninguno llamado así, me quedé en el camping que está a cien metros del principio de la subida. 
Hacía años que no dormía en un camping. Mi tienda de campaña ha viajado por media Europa, pero estaba sin estrenar. Acostumbro a llevarla por seguridad. Así que aluciné con la de cosas que tiene una tienda (de campaña), me pegué un baño alucinando con las cumbres alpinas (vaya platos para el primer día), me tomé unas cuantas birras fresquitas que me hicieron alucinar y escuché un concierto de unos tipos que no sabían ninguna de los Burning y que, además, era alucinante lo mal que tocaban.









No sé qué tiene Alpe D´Huez que me hace tan feliz




La moto que amaba a las montañas




3 de agosto
Bourg d´Oisans (Francia) – Sion (Suiza)
391 kms

Vaya nochecita he pasado. Había leido que algún motero explorador dormía en un gran colchón inflable así que yo también había comprado uno, a ver si se me pegaba algo.
Lo estrené anoche. A los diez minutos se estaba desinflando.
Lo volví a inflar. Volvió a perder aire.
Encontré una fisura, ¡UNA FISURA Y LO ESTOY ESTRENANDO! Me lío con la cinta americana (que sirve para todo menos para arreglar colchones de estos, te lo digo yo) y no hay manera. Bueno, ya que no voy a dormir blandito al menos me tumbo encima para que me aisle del frío suelo.
Como no tiene aire no me aisla de nada.
Pongo toda la ropa que tengo encima para que me aisle del frío colchón que no me aisla del frío suelo.
Y no sé si patentar la idea porque, aunque me dormí, ignoro si fue porque soy un genio o porque estaba realmente cansado y siempre duermo con facilidad en cualquier sitio, en cualquier circunstancia.
Al margen de estas pequeñas vicisitudes, por la mañana se me presentaba una faena realmente complicada: intentar volver a meter todo el material de acampada en el mismo poco espacio que ocupaba cuando me lo vendieron.
Ni lo intentes. Es imposible. Mete las cosas como puedas y lo que no quepa intenta que no se caiga. No hay más que hacer, te lo digo yo que estuve sudando un montón de rato largo.
Y me fui de tan ciclista lugar, rodeado de maillots, cascos y bicicletas.

Lo primero que encuentras al retomar la ruta es lo mismo que había cuando la abandonaste: un paisaje del copón.







Y como si uno estuviera metido en una etapa del Tour de Francia me dirigí hacia la Croix de Fer por la vertiente del Glandon. Esta subida me pareció realmente espectacular, con unas vistas sobre todo el valle que no sabría explicarte, por eso no lo voy a hacer. Si quieres, vas y si ya has ido, ya lo sabes.









Según voy atravesando pueblos voy fijándome en las tiendas de deporte o de montaña (que en estas latitudes vienen a ser lo mismo). Se ve que la gente de por aquí no va mucho de camping y que si lo hace, lo hace en Torremolinos porque, te digo yo, que encontrar un colchón es tarea imposible.
Abro el abanico de posibilidades a esterillas, colchonetas y flotadores de playa.
Y, mirando, mirando, me dirigí hacia el col de l´iseran, que nada tiene que ver ni con la verdura ni con el humorista. Comprobé que los que habían intentado explicarme la belleza de este puerto se habían quedado cortos pero, al menos, despertaron en mí las ganas de acercarme en moto hasta allí (perreando un poco por la subida, claro)




















En la cima encuentro varias motos con matrícula española (hasta el momento apenas había visto alguna) y al acercarme distingo la pegatina del foro www.bmwmotos.com
Me presento, nos contamos unas cuantas batallas y, según caían las primeras gotas de lluvia, seguimos ruta las cuatro motos juntas, hacia el Pequeño San Bernardo.







Y cuando llegas arriba te preguntas que si éste es el pequeño, cómo será el grande. Así que, sin movernos de la cima, cruzamos la frontera franco- italiana y nos fuimos a ver el grande.
Como había mucho tráfico y mis compañeros de ruta tenían prisa, opté por hacer los adelantamientos más relajados y nos separamos.


Empezaba a subir el San Bernardo cuando empezaba a pintear un poco más. Yo no estaba muy seguro de si era este puerto el de los famosos adoquines, pero circular por adoquines mojados no debe ser lo más divertido que puede hacer uno. Que no sea, que no sea. Y no fue.




En la cima del Gran San Bernardo me volví a encontrar con mis foroamigos. Bajando del Gran San Bernardo nos volvimos a separar.
Y así, sin más, es como uno llega a Suiza viendo perros grandotes y mansos.





No rodar en solitario tiene algunas consecuencias. A saber: uno deja de hacer muchas fotografías con tal de no ser el pesado de turno; uno deja de mirar en todos los escaparates si hay colchones de camping o no. Así que hoy toca dormir en hotel.


Al llegar a Martigny empiezo a recordar la ruta que hiciera hace un par de años (en invierno) con Juanma (ver Suiza y alrededores según McBauman). Qué paisajes tan distintos al verlos nevados o sin nieve!
Llego a Sion y busco hotel. Declino cualquier posibilidad de encontrar uno con el nombre que a mí me dé la gana y después de un buen rato dando vueltas y preguntando, encuentro uno tan caro como malo, pero es tarde y estoy cansado así que opto por quedarme.
Me ha salido un padrastro en el dedo índice de la mano izquierda. Ya sé que tampoco es para hacerme un homenaje, pero es que se me ha infectado, se ha hinchado y me duele una sartá. Me molesta mucho al poner y quitarme el guante. Y lo hago muchas veces a lo largo del día a cuenta de las fotos.
Ya en el hotel percibo la presencia en las proximidades de dos grandes maestros míos, Miquel Silvestre y José María García. Esa sensación me llegaba a través del aire alpino, del viento, de las ondas… de la wifi del hotel en forma de correo electrónico.
Uno venía de buscar exploradores por Noruega y por ahí. Otro cruzaba con su chica los Alpes en el mismo sentido que yo pero con día y medio de ventaja. Así que intentamos quedar. Así que no había manera de quedar.
Y te digo que, a pesar de todo, no sé qué tiene Sion que me hace tan feliz.