El Danubio no es azul



9 de agosto
Sopronkovesd (Hungría) - Staré Hory (Eslovaquia)
423 kms






Hay un montón de tipos de mantequillas. Pruebo casi todas, muy ricas, de distintas leches. Hasta de cabra. Está rico esto.
El café está de miedo.
Se está bien aquí.

Pero me voy.
Las carreteras están muy maltratadas. Da gusto conducir por ellas.
El paisaje no tiene especialmente nada, pero me siento a gusto en Hungría.
De vez en cuando hay un castillo. Húngaro. O un museo militar. Húngaro también.
Llego a un lago. Al lago Balaton. Es donde los lugareños pasan sus vacaciones en la playa. Es chulo pero no me chifla. Hay que pagar para acceder a las playas, valladas playas... me cuesta el concepto. Intento acceder al agua por un lugar supersecreto que solo yo sé, pero no merece la pena meterse en un lodazal.
No me gusta. Me voy.








Hay muchas zorras en la carretera. Algunas muertas. Animales, digo.
Hay coches caros, hay coches muy viejos... no sé qué pensar de Hungría.

En todos los kilómetros que llevo en este viaje, era una constante ir adelantando ciclistas. Ciclistas viajeros, ciclistas deportistas, ciclistas urbanos, ciclistas... en Hungría no hay. Al menos ese día.

Tampoco hay lanzadores de jabalina o levantadores de peso, que es de lo que tiene fama este país... todo esto es muy extraño.

Si algo ha hecho el sr. McDonalds por el turismo mundial, es poner en todas sus hamburgueserías wifi gratuito. Y viene bien conectarse de vez en cuando para consultar algunas cosillas. Camino de Budapest, hago lo propio.



























Budapest me gusta mucho. Mucho más que Viena. Yo no digo que sea más bonita, digo que me gusta más. Tiene más vida. Hay gente despeinada. No es todo tan correcto. Hay más suciedad (poca), más curvas, más ruido. Tiene más vida.
Y tiene una arquitectura noble, chula y molona, aunque un entendido en la materia empleará otras palabras.
La autoridad me deja aparcar la moto en cualquier sitio para hacerle fotos a Áuryn, así que la aparco en cualquier sitio y le hago fotos.




































Miquel Silvestre, que había estado en la ciudad una semana antes me recomienda dormir en el Biker Camp. Te juro que yo eso no lo encontré.
Así que me fuí de Buda y de Pest, espero que no te parezca mal.
Hacia el norte esta vez.
Y si vas hacia el norte, llegas a Eslovaquia a través de una frontera abandonada.
La carretera atraviesa multitud de pueblos, de pequeños pueblos que se muestran medio abandonados al viajero.
Me voy acercando a los cárpatos. Son muy bajitos, de momento.






En una curva cualquiera decido que estoy un poco cansado y quiero terminar la ruta por hoy. 
Hay un pueblo. Hay un hotel en el pueblo. Entro. Pregunto por el hotel Andy Warhol y afortunadamente me dicen que no conocen hotel con ese nombre. Pues si tienen habitación libre y barata me quedo. Tienen. Me bebo unas cuantas birras. Dos perros gigantes me dan un susto. Gigante.

Me quedé pensando que aquel río tan conocido, con un color tan famoso, con unas orillas tan bellas, era un río mentiroso. Como el lago de Ginebra, que es de agua.
Y pensando que, aunque mentiroso, el Danubio a su paso por Budapest, es un río bello.
Aunque no sea azul.